Miguel Correa
Cuando entré por primera vez
al Dojo, para estar dispuesto a aprender Aikijutsu, me sentí emocionado.
En mis primeras clases,
iniciaba con algo de miedo, ya que no tenía la confianza necesaria para
comprender las técnicas que se mostraban,
Me sentía a veces inservible,
al ver que mis compañeros estaban más avanzados que yo, pero después de sentar
las bases, pude entrenar con ellos y pude experimentar lo que era realmente lo
básico.
Conforme fui progresando
empecé a sentir algo que no tenía antes, eso era paz conmigo mismo.
Al estar en contacto con el
Aikijutsu, me genero serenidad. Me molestaban diariamente en la secundaria y
quería desquitarme con ellos, pero al saber el verdadero motivo de las artes
marciales decidí olvidar, que a su vez, fue perdonar.
Mi primera clase de Kenjutsu y
Aikiken la recuerdo muy bien
Entre al Dojo y encontré los
Bokken en el suelo, no sabía porque estaban ahí.
Cuando terminamos de hacer los
Aikitaisos. El Sensei dijo que tomáramos un Bokken. Al principio lo sentía
pesado pero conforme fueron pasando las horas lo sentí ligero como pluma.
Al principio no me gustaba
practicar, ya que no lo entendía muy bien, pero fui tratando de dar lo mejor y
ahora es lo que me gusta y me llama la atención.
Lo que me encanta practicar
son los Kumitachis. Me han gustado porque siento una acción real cuando los
practico.
Y sé que no es mucho lo que he
aprendido, yo lo siento como bastante. Apenas voy iniciando con este “estilo de
vida” pero con lo poco que he practicado me siento bien. Si Dios me lo permite
seguiré practicando.
No comments:
Post a Comment